NUEVA YORK- A los 72 años, Xin Xiulu toca el erhu, un antiguo instrumento chino de dos cuerdas, en las calles de Flushing, Queens, recogiendo billetes arrugados de los transeúntes. Una posición muy lejana a la que alguna vez disfrutó en China: un músico profesional que estudió en el Conservatorio Central de China de Música y que desempeñaba papeles principales con un grupo de gira internacional.

Sin embargo, hace más de 25 años, la conciencia de Xin lo puso en otro camino.

Pasó de artista respetado a disidente en 1989, cuando fue testigo de la brutal masacre del 4 de junio de en la Plaza de Tiananmen y trató de ayudar a las víctimas.

Luego de vivir en el campus de un hospital a varias millas de la masacre, Xin no era uno de los manifestantes en Tiananmen, en la capital del país, Beijing. Él simplemente llevó a los muertos y heridos a las instalaciones del hospital el día después de la matanza.

Xin Xiulu con su erhu en Flushing, N.Y., el 29 de septiembre de 2016, con donaciones para apoyar a los abogados de derechos humanos encarcelados en China. (Benjamin Chasteen / La Gran Época)

Actuando bajo las órdenes de los líderes de alto nivel chinos del Partido Comunista, el Ejército Popular de Liberación acribillaron a miles de protestantes estudiantes y civiles en la Plaza de Tiananmen y sus alrededores.

En cuestión de días, Xin fue detenido en una amplia barrida policial por “ayudar” lo que los medios estatales habían calificado rápidamente como una rebelión contrarrevolucionaria.

“Soldados Bandidos”

Criado durante la expansión del Partido Comunista, Xin, al igual que muchos otros jóvenes contemporáneos, fue uno de sus mayores defensores.

(Cortesía de Xin Xiulu)

“Me solía encantar el Partido Comunista y Mao Zedong de todo corazón”, dijo Xin. “Estaba dispuesto a que mi masa corporal se hiciera picadillo si se podría hacer de eso un elixir de la inmortalidad para Mao”.

Pero incluso antes de los acontecimientos de Tiananmen y la posterior tortura y la humillación que tuvo que soportar en la cárcel, Xin ya había empezado a cuestionar la línea ideológica oficial. “En la década de 1980, era el músico principal de la banda Tropa de Artes y Cultura Yuan Yang. Esto fue justo después de la Revolución Cultural, y muchos chinos comenzaron a rechazar al Partido Comunista”.

La matanza y sus posteriores pruebas lo dejaron sin dudas.

“Los soldados estaban completamente maníaticos, disparando en todas direcciones mientras se reían a carcajadas”, dijo. “Más tarde, estos soldados bandidos me golpearon por todos lados con las culatas de los rifles”.

El jefe de Xin Xiulu y la cabeza de su banda musical ayudaron a sacarlo de prisión en diciembre, pero no se escaparon de los cargos criminales – inventaron evidencia de que había golpeado a un policía – y se vio obligado a jubilarse antes de tiempo.

Una niña dona dinero al artista del erhu Xin Xiulu en Flushing, Nueva York, el 29 de septiembre del 2016. Las donaciones que recibe Xin son para apoyar a los abogados de derechos humanos encarcelados en China. (Benjamin Chasteen / La Gran Época)

Al año siguiente, viajó a Hungría, que recientemente se había liberado del comunismo pero todavía aceptaban visitantes chinos sin la necesidad de una visa. Pero el deseo de que se hiciera justicia lo molestaba.

“Reflexioné sobre la posibilidad de que el policía que me acusó de golpearlo, puede de hecho haber sido golpeado, que se equivocó de persona y me acusó en su lugar”. Xin regresó a China en 1997.

Luego, Xin escribió una carta de apelación a las autoridades, no recibió ninguna compensación. En cambio, su teléfono fue intervenido y fue acosado de nuevo. Sus dos hijas también fueron condenados al ostracismo por los “crímenes” de su padre y uno de ellos perdió la oportunidad de asistir a la Universidad de Beijing.

“Mi caso no se trata de tener problemas con uno o dos agentes de policía. Se trata de un delito cometido por el Partido Comunista Chino”, dijo.

Tragedia en el Mar del Arte

Xin Xiulu toca el erhu en Flushing, Nueva York, el 29 de septiembre de 2016, para las donaciones para apoyar a los abogados de derechos humanos encarcelados en China. (Benjamin Chasteen / La Gran Época)

Xin es también el autor de una novela titulada “Hai Yi Bei Ling” o “Almas Miserables en el Mar del Arte”. Es una trágica historia de amor en el primer período revolucionario de la década de 1940. A pesar de ser cortada a la mitad por los censores, fue retirada de los estantes en Beijing menos de una semana después de su publicación en el 2005.

“Cuando me reuní con la gerente de la Librería Xinhua controlada por el Partido, me dijo que mi libro era contrarrevolucionario”, dijo.

Xin se defendió, diciendo que su libro fue sólo anti- corrupción y contra el abuso de poder, no contrarrevolucionario.

La respuesta: Cualquier libro, ya sea contra la corrupción o anti-abuso de poder, era un “libro contrarrevolucionario”.

“Realmente me encanta la tierra y el país donde crecí”, dijo Xin. “Lo que absolutamente no me encanta del país es el control de funcionarios corruptos del Partido. No me gusta este Partido del Estado y preferiría ver su desaparición”.

Cientos de miles de manifestantes reunidos en la Plaza Tiananmen para pedir por la democracia en China, dos días antes de la trágica Masacre de Tiananmen.

(Cortesía de Xin Xiulu)

Desde su llegada a los Estados Unidos este mes de mayo, Xin dice que ha sido un participante activo en la escena disidente china. Hasta el momento, ha donado US 500 a partir de sus actuaciones con el erhu a los abogados de derechos en China, a quienes admira por su trabajo en la protección de los marginados o acusados injustamente.

“Estos abogados son increíbles porque en lugar de trabajar en casos en los que podrían ganar mucho dinero, defienden los intereses de aquellos que ven sus casas demolidas”, dijo Xin, en referencia a los chinos cuya propiedad es destruida por los promotores inmobiliarios con conexiones al régimen. “Ellos no ganan un centavo”.

“No soy tan hábil como antes”, admite Xin. “Una de las razones es que me estoy haciendo viejo; la otra es que mis manos están heridas cuando fui golpeado en la cárcel. Empiezo a sentir dolor en las manos después de tocar por un tiempo”.

 

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