Redacción BLes –Continuamente nos vemos asaltados por teorías perturbadoras y las que involucran a los jesuitas no están exentas de contradicción y sospecha.

Los jesuitas han creado un aura de gran misterio a lo largo de los 500 años de su existencia como organización al servicio del papado y por su proximidad e influencia sobre los poderosos del mundo, así como sobre las juventudes que educan. Mucho del enigma se deriva de la obediencia que sus miembros juran al Papa, sea quien sea.

Para aumentar en volumen a las cábalas que suelen ser frecuentes cuando se dan coincidencias de este tipo, en un hecho sin precedentes en la historia, ahora tanto el Papa como el Superior de la Compañía de Jesús son no europeos: uno es argentino y otro es venezolano, además de que, por primera vez, llega al papado un jesuita.

¿Qué significado puede tener este inusitado acontecimiento? No es fácil dar respuesta a esta inquietud y las dimensiones de la Orden son tan amplias que difícilmente se pueda llegar a una conclusión definitiva sobre el tema, más aún si se considera que la información oficial es escasa.

Por lo pronto indagaremos acerca de los tan sonados servicios secretos que se les atribuyen a los jesuitas y algunos de los casos de espionajes en que se han visto involucrados.

El Papa Francisco y Arturo Sosa, Superior General de los jesuitas.

Los jesuitas y sus vínculos en las misiones secretas de la iglesia

A lo largo de la historia de la Orden, son muchas las acusaciones que esta ha recibido y son varios los nombres de los organismos de espionajes que se supone son compuestos por jesuitas. Entre ellos se habla de “La Santa Alianza” (como el primer sistema de espionaje establecido en el Vaticano), seguido del “Círculo Octogonus” (al que a veces se alude como “La Entidad” y “Pro Deus”) e incluyendo a su propia red de contraespionaje llamada “Soladitium Pianum” (cuyas funciones de seguridad se despliegan principalmente dentro de los límites del diminuto Estado).

“El servicio secreto del Vaticano es la red de espionaje mejor informada del mundo”, afirmó en su momento William Casey, director de la CIA en el gobierno de Reagan, según destaca Ramón Hernández de Ávila, periodista y profesor español.

Los orígenes de los jesuitas se remontan al siglo XVI cuando, en batalla al servicio del ejército de su región, Ignacio de Loyola fue herido en una pierna, después de lo cual se hizo sacerdote y pasó a estudiar graduándose en La Sorbona. A continuación fundó la poderosa Compañía de Jesús, en 1534.

El primer nombre con el que fue bautizado el servicio secreto del Vaticano fue el de “La Santa Alianza”, según afirmación de Eric Frattini en su libro “La Santa Alianza”. Fundado en 1566 por el Papa Pío V, su primer objetivo fue luchar contra la corriente protestante que nacía en Inglaterra con Isabel I.

Un grupo selecto de jesuitas organizaría el accionar de “La Santa Alianza” por encargo del Papa Gregorio XIII, constituyéndose en su primera fuerza de choque.

Ciertamente estos sacerdotes multifacéticos cumplían diferentes misiones en el seno de su Orden y también fuera de ella, como la de encargarse del servicio secreto del Vaticano, a través de la organización creada por Pío V.

Se consideró a los jesuitas como los paladines de la complicada misión de ejecutar los negocios sucios de la organización de su religión, lo que les valió el repudio de muchos de los reinados que les alojaban.

Ignacio de Loyola, al morir a los 65 años, había formado una institución fuerte, al servicio del papado, que se ganó la confianza de los feligreses y sus gobernantes, al grado de que se les llamase a apoyar la preservación de la fe, tal como ocurriera el 7 de julio de 1556, en Baviera cuando el duque Alberto V, los llamó para combatir la “herejía” de los protestantes (dejando en evidencia que esta función la desempeñaban aun antes de la formación de “La Santa Alianza”).

El Estado más pequeño del mundo cuenta con una de las redes de información más grandes del planeta.

Uno de los pasajes oscuros de la historia de la Orden es la instigación a la guerra de los 30 años, iniciada en 1618 y a la que el emperador Eugenio culpó de intrigar en Hungría.

“Los jesuitas persuadieron al rey Fernando II emperador del Sacro Imperio Romano germánico y rey de Bohemia para que infligiera el castigo más cruel a los rebeldes; el protestantismo fue expulsado de todo el país, usando medios demasiado horrendos como para describirlos… Al finalizar la guerra, la ruina material del país era total”, narra Edmond Paris en su libro `La Historia Secreta de los Jesuitas´.

Como “‘la mayor maldad, la mayor traición y la mayor falsedad que puede caber en un demonio’ pues, so capa de servicio al rey ‘dijo la mentira y calló la verdad e introdujo a cara descubierta una causa de total rompimiento entre V.Md y el Emperador'”, describe don Gaspar de Olivares, un alto dignatario del rey de España, refiriéndose a la acción del General de la Compañía de Jesús en cuanto a las intrigas urdidas causantes de la guerra de los 30 años, según documentan Negredos del Cerro y Villalba (2015).

Tampoco los suizos se hallaban conformes con su injerencia. Como una evidencia de la animadversión que los miembros de la compañía suscitaban en el país, en 1815 el gobierno de la confederación escribió en la legislación (que emitía su órgano gubernamental llamado Dieta): “La existencia y los manejos ocultos de los jesuitas son incompatibles con el orden y la paz de la Suiza…  Se prohíbe en lo sucesivo admitir a los jesuitas en ninguno de los cantones de Suiza”.

Por otro lado, si bien no es clara la participación de los jesuitas en esta ocasión, se relata que fue Olimpia Maidalchini la que organizó el “Círculo Octogonus” en 1644 (uno de los servicios secretos de espionaje encargados de la protección del Vaticano). Cuñada del Papa Inocencio X, mujer de gran poder, logró reforzar el servicio secreto aún más haciendo nombrar a su primo Camillo Astalli como cardenal. Incluso llegó a ser conocida como “la papisa” por el uso indebido de su influencia, tal como lo relata el escritor Javier García Blanco en sus obras.

Josef Mueller, nexo entre el Papa Pío XII, y Wilhelm Canaris, jefe del servicio de inteligencia alemán.

¿Cuán cerca estuvieron de los nazis?

Entre los muchos episodios cuestionados de la historia reciente en que han participado los prelados católicos está el de su relación con el régimen nazi liderado por Hitler.

“Aprendí mucho de la Orden de los Jesuitas. Hasta ahora no ha existido en la Tierra nada más grandioso que la organización jerárquica de la Iglesia Católica. Yo transferí a mi partido mucho de esta organización”, dijo el Führer según describe Jack T. Chick en su obra `Cortina de humo´, publicada en 2011.

En la misma obra Jack agradece al exjesuita Alberto Rivera, quien fuera su amigo y fuente de mucha de la información que expone. Rivera murió envenenado misteriosamente en 1997.

Por su parte, se menciona que el jesuita Robert Leiber, presunto jefe del servicio secreto de Pío XII, habría avisado a este de la invasión del ejército alemán en el frente occidental. Sin embargo, al parecer, no fue tenido en cuenta por los altos mandos de los ejércitos aliados.

Josef Mueller, abogado y católico ferviente, cumplió la función de nexo entre el Papa Pío XII y Wilhelm Canaris, jefe del servicio de inteligencia alemán, supuestamente en defensa de los clérigos que fueron mandados a “liquidar” por el jefe de los nazis. Canaris murió ahorcado por tramar un fallido atentado contra Hitler.

Robert Leibert, presunto jefe del servicio secreto del Papa Pío XII.

El misterio subsiste

A la luz de los hechos detallados, ¿se podría decir que los jesuitas conforman el servicio secreto del Vaticano? ¿Estuvieron involucrados en los grandes acontecimientos de la historia, como el nazismo? ¿Siguen operando de la misma manera hoy? Si bien hay fuertes indicios de que esas preguntas tienen un “sí” como respuesta, lo cierto es que la influencia de los jesuitas sigue siendo un misterio.

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